La Navidad empezó estando rodeada de mercadillos Navideños, prosperidad, cajas y bolsas llenas de mazapanes envueltos en chocolate, con sabores a naranja, a ananas, pistachos, a una Navidad nueva, una Navidad que se parece más a la de la tele que a la que conocía. No paraban de llegar cada día y a partir del tercero le empecé a restar valor a tanto regalo. Pero como restarselo a esos parques llenos de luces y adornos y esos cielos rosas de por la mañana. Incluso a esos duendes de los centros comerciales que me regalan bombones y moldes para hacer galletas.
Y ahora, ahora yo no estoy en Almería bebiendo un café con leche condensada y escuchando el último disco de Extremoduro que mi hermano me regaló. Yo simplemente ando entre Alemania y Grecia por las noches, luego me despierto y paso días bonitos cerca del paseo marítimo, cojo sol, mi madre me pesa, me da vitaminas. Mama, vengo de Alemania, no soy un niño Saharaui.
Yo no estoy haciendo un curso de alemán online, estoy escribiendo.
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